25 de octubre de 2025
Diario La Rioja
Si al leer el título de este artículo nos ha venido una canción a la memoria es que ya tenemos una edad, o quizá nos suena por otros motivos, quién sabe. En cualquier caso, aunque el término “yeyé” que califica a la joven de la canción en cuestión, nos lleva a una época pasada, el deseo de modernidad y actualidad que pretende siguen estando de moda.
Nadie quiere pasar por descatalogado del momento presente y, por eso, el término progreso y progresista son tan repetidos, diametralmente opuesto al de conservador, y, qué no decir ya, del ultraconservador. Las palabras cumplen su función de envolver conceptos que embutimos con toda intención, aunque vengan a significar algo muy distinto de lo que aparentemente expresan.
Así nos encontramos estas semanas con un nuevo alarde de supuesto progreso, la propuesta de incluir en la Constitución Española nada más y nada menos que el derecho a abortar. Como suena, un blindaje legal para las generaciones futuras, por el que la vida humana del no nacido es eliminable, y eso que el artículo 15 indica que “todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral”, pequeño obstáculo que el mismo Tribunal se encargó de matizar tras largos años de deliberación. Pues ahora, más de lo mismo, con rango de derecho constitucional.
Sin embargo, parece que la vida humana importa, a juzgar por las leyes anti tabaco o su modalidad de vapeo, las de las bebidas energéticas, el alcohol, el cinturón de seguridad, las pulseras anti maltrato, las condiciones laborales, etc. Pero, eso sí, llegados al aborto nos cegamos y, aunque todos sabemos que hay vida humana desde la fecundación y es cuestión de tiempo su desarrollo, justificamos su eliminación, cada uno con sus razones. Y da igual que la ciencia ratifique la nueva vida desde el primer instante, que en este caso no interesa lo que pueda decirnos, aunque para otras argumentaciones busquemos ávidamente su parecer.
Lo mismo podríamos decir del derecho a la información. Lo requerimos en todo momento y desde todos los ámbitos, y bien que nos quejamos cuando no se dan las explicaciones pertinentes, ni se responden las preguntas que se formulan. Y con razón. Sin embargo, volvemos a entrar en vía muerta, nunca mejor dicho, cuando se trata de informar a la gestante, que tiene derecho a saber sobre su situación particular, para estar en mejores condiciones de decidir sobre su futuro y el de su criatura. Mientras esta información no se ofrece de antemano, se facilita, a través de una nueva página web oficial, cómo proceder para abortar.
Se insiste, por otra parte, en que las leyes se han de cumplir y se establecen los requerimientos necesarios para que se presenten los listados de profesionales sanitarios que se niegan a practicar abortos. Otra vez la excepción. Mientras unas leyes no se cumplen con el consiguiente desamparo de los que ven conculcados sus derechos, como ocurre con los que no reciben su enseñanza en castellano, o con los afectados por la enfermedad de ELA, por ejemplo, en el caso de la situación del aborto se alborota la maquinaria del Estado y los medios de comunicación para mostrar la urgencia de la ley.
Se entiende la postura de los profesionales de la salud que reclaman su derecho constitucional a la objeción de conciencia y sus reservas ante el uso que pueden tener los listados solicitados de cara a su futuro laboral. Si es una cuestión organizativa, ¿no sería más fácil preguntar a los que están dispuestos a realizar abortos?
¿Quiénes son los progresistas o los conservadores? ¿Y en los conflictos bélicos que nos asolan? Aunque algunos tienen más resonancia que otros y cuentan con un seguimiento muy desigual, todos son una derrota para la humanidad. No queremos olvidarnos de ninguna situación de guerra o de violencia, como la que sufren los miles de cristianos perseguidos en el mundo, sino colaborar en la medida de nuestras posibilidades para su erradicación.
En alguna de las manifestaciones hemos oído pronunciar los nombres de las víctimas. Un listado siniestro de inocentes que clama al cielo. También el de los 106.172 abortos del año pasado en España, en esta guerra silenciada que algunos entienden como un derecho, al igual que los contendientes de los conflictos manifiestan sus razones para disparar sus armas.
¿Sólo algunos tienen derechos? Cuando se legisla a favor de unos contra otros, y ejemplos no nos faltan, el enfrentamiento, más tarde o más temprano, está servido. Resulta muy injusto y arriesgado que se busque la confrontación sistemática como supuesta fórmula de mejora de la sociedad, como si no se supiera de antemano al horizonte al que conduce. Entonces, cabría volver a entonar la canción, de ayer y de hoy, a quien corresponda: no te quieres enterar.
Mons. Santos Montoya Torres
Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño

